¿Habías escuchado hablar de los partos imprevistos y los múltiples en literatura? Pues pueden suceder.
Cuando mi esposa estaba en su primer parto, un buen día, allá por marzo de 1974, yo andaba de acá para allá en la sala de espera de la clínica, mirando para los cuatro bombillitos (o cinco, que ya no recuerdo) de colores rosa y azúl. Se suponía que debían de encenderse indicando el número y sexo de los recién nacidos. No se encendió ninguno. En algún momento, un rato después de escucharse un fuerte llanto que anunciaba salud y buenos pulmones, salió una enfermera y dijo que era una hembra. Luego salió uno que dijo que fue un varón. Así que, no supe si se trataba de dos o qué, por lo que tuve que esperar por el médico, quien me confirmó que, definitivamente: había sido un varón bien grande, uno solo.