Hace bastante tiempo yo leí que el escritor era un dios, porque escribir es el oficio de Dios. No me llevé las manos a la cabeza gritando !herejía! Lo tomé como una metáfora y me puse a pensar en ello.
En mi vida yo pasé por etapas de dibujante, pintor, diseñador, arquitecto, poeta y escritor. Sin olvidar el de marino, la ocupación de los que no están ni vivos ni muertos. Pero fue a medida que yo desarrollaba mi oficio como escritor, a tiempo completo, que llegué a comprenderlo. Escribir es la creación pura, quizás la cúspide de la creación a nivel humano.
El escritor es alguien que puede transformar la realidad en otra cosa muy distinta. También puede crear, desde la nada, ciudades, personas, situaciones, ambientes y mundos enteros. Las grandes obras literarias perduran en la mente de las personas, y con el tiempo pierden su carácter de obra del ingenio y la imaginación del escritor, para convertirse en realidades que todos ven como tales.
Muchos me han preguntado qué es la tan socorrida «licencia de escritor», también llamada licencia poética; esa especie de bula que nos permite alterar la verdad sin convertirla en mentira. Lo diré con un simple ejemplo, de mi época de pintor.