Nuestro brindis

Solo quiero hacer un brindis,
amigos que hemos luchado
en pos de un mismo fin.

Y debe ser en este momento
de merecido orgullo y desbordada alegría,
en que ya todos nos preparamos
a cubrir de arañazos el mar
que hemos deseado.

Porque pienso que quizás
no nos encontremos de nuevo,
o quizás lo hagamos en algún puerto
o en cualquier lugar del inmenso océano,
o en su fondo de silencio.

Quiero hacer un brindis, sí;
pero un brindis de dos palabras
simples y escuetas,
dos palabras
que encierren en un mismo signo
todas nuestras inquietudes pasadas
y futuras,
un brindis de grandeza,
porque grandes son sus símbolos.

Brindo
por los que hemos llegado
y por los que han caído
en el arduo camino de la Escuela.

Por los años de juventud perdidos
que nunca habrán de volver,
y por los que aún nos ha de robar el mar
en nuestra continua lucha
por mantener abiertos sus heridas,
influjo de nuestras quillas.

Por nuestros días de íntima convivencia,
por nuestras comunes penas y sudores,
por el hombre
del que hoy tomamos nombre.

Por todos los que nos han dirigido
y enseñado,
por todos nuestros sueños,
por nuestro uniforme blanco.

Y fundiendo el futuro
al presente y al pasado,
quiero extender mi brindis
a la abnegada compañera,
quien llorará la ausencia
en la vacía alcoba
o a la orilla del mar junto al farol de puerto,
mirando como se van cerrando
a nuestro paso
las estelas que se llevan su secreto
entre murmullos de espumas,
bajo lágrimas de estrellas.

Por la compañera, sí,
que sentirá celos de las olas
que arrullan nuestro sueño
y conocen nuestras penas
porque se bañan en ellas.

Y quiero también dejar lugar en mi copa
para recordar al ser que veló nuestro llanto
y lloró nuestras faltas,
inculcando en nuestro ser lealtad
y nobleza.

Por la madre,
por la esencia
de nuestros días de desvalidas torpezas,
por el capullo de flor
que va arrugando sus hojas
para infundirnos la vida
que luego la sal nos quema,
para darnos la energía
que ya se le escapa a ella.

Por la madre,
por esa misma que ahora
lleva nuestro medallón
sobre el cansado pecho,
o ciñe nuestros anillos
en los amorosos dedos.

Por una madre que ahora
entierra angustias viejas,
por esa madre que en silencio
sonríe, llora y nos besa.

Si, amigos, compañeros,
condiscípulos, colegas,
quiero realizar mi brindis,
¡perdón!
nuestro brindis de grandeza,
por todo lo que he dicho,
lo que hora no recuerdo
y lo que adentro me queda.

Un brindis escueto y claro,
un brindis de dos palabras,
“Mar y Escuela.”

Creado 01-08-1971

NOTA:  Poema realizado expresamente para celebrar mi acto de graduación como Segundo Oficial de la Marina Mercante Venezolana, en el grupo denominado “Los Cuarenta”, de la promoción bautizada   “Dr. Ramón J. Velásquez” en la celebración de los 25 Años de la Escuela Náutica de Venezuela,  el 04 de Noviembre de 1971. Publicado originalmente en el Anuario respectivo. Posteriormente ha sido publicado en mi blog de El guardían del faro, en el artículo Día de la Marina Merante Venezolana.

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