Humo y alcohol
flotando en masa espesa,
bailando al son de apolilladas notas
de vino ebrias.
Faldas desvergonzadas
deambulando asmáticas
entre mesas soñolientas
y palabras obscenas.
Era tan bella,
con sus ojos de cristal
su cutis de porcelana
y su sonrisa de seda.
—¿Una mosca en el vaso?
se cierra un ojo y no se ve siquiera.
Con cabellos de trigo y manos de cera,
una cintura esculpida en el aire,
una talla de marfil y perlas,
un suspiro que se exhala,
una palabra al viento,
un soplo que no regresa.
Dejadme en paz, compañeros,
hoy no comparto vuestras risas.
¿No comprendéis mi dolor,
no veis mis ojos llorosos,
no veis mis lágrimas secas?
Sumida en aturdimiento
saltó por el ventanal,
en su intento por volar
y así poder escapar
al dolor y la miseria,
de una cruel enfermedad
que no logró soportar
y acababa con ella.
Más no logró dominar
la fuerza de gravedad
que actuando inexorable
impuso su voluntad,
y aquella talla exquisita
se quebró como el cristal,
que se estrella en la acera.
Se me fue junto a la aurora
entre cascadas morenas,
voló como el pensamiento,
se perdió en ese horizonte
donde el recuerdo no llega.
Quiero estar solo, compañeros,
aunque la intención sea buena,
necesito olvidar
todo cuanto ahora pueda.
Ya he perdido media vida,
que se me escapó con ella,
y sumido en el licor
quiero ahogar en él mi pena.
16-08-1970